lunes, abril 10, 2017

Voces para un tímpano muerto, Miguel A. Zapata


Talentura, Madrid, 2016. 148 pp. 13 €

Pedro M. Domene

Miguel A. Zapata (Granada, 1974) es un experimentado coleccionista de historias, autor de una obra que podría catalogarse de fronteriza puesto que ha ensayado hasta el momento, con acertado acento, el microrrelato, Baúl de prodigios (2007) y Revelaciones y magias (2009), el cuento, Ternuras interrumpidas. Fabulario casi naif (2003) y Esquina inferior del cuadro (2011) y la novela, Las manos (2014) una historia muy fragmentaria, con digresiones de diverso calado, pausas y paréntesis, desvíos y abundantes desvaríos.
Existe una zona que el narrador granadino domina y ensaya, una y otra vez, ese espacio entre la melodramática realidad, lo anodino o el horror más absoluto que nos sorprende y abraza a diario, y buena muestra de ese obsesivo mundo propio, ofrece, en esta ocasión, Voces para un tímpano muerto (2016) que se convierte en una alucinante arquitectura de vocablos resistentes, o un serial de voces que se dejan oír tras la metafísica visión de una rabiosa actualidad. Zapata nos facilita la tarea, y divide su propuesta en movimientos o apartados: “Sinfonía para un amor bizarro en diez movimientos y una breve coda”, “El albarán del durmiente”, “Vuelos de un doctor en Filosofía alrededor de sus apuntes desordenados diez segundos antes de despertar”, “Cinco formas de tomar el té de las cinco”, y “De espacios y hombres”, cinco propuestas que contemplan auténticos espejismos cotidianos porque en estas historias encontramos devastaciones y mujeres que se arrancan los ojos y los ofrecen en las calles, verdugos que se sienten satisfechos con su trabajo, o se disfruta de la bendición de los hijos; excelente el tratamiento y la técnica del cuento en el siguiente apartado, significativo el primero de todos, “Matrioska sentimental” cuya trama se sustenta sobre las posibilidades que nos ofrece el mundo de la imagen y el espejo de la escritura, o aún mayor consideración merecen los relatos, “Finis gloriae mundi”, esa infancia, en ocasiones, olvidada aunque recuperada en el tiempo, y la constante evocación de la memoria, ese continuo retorno que sufrimos en nuestra vida, como se cuenta en “Historia de este vaso”. Hasta aquí sus propuestas subrayan esa visión postsurrealista que han ensayado algunos cuentistas actuales, léase Ángel Zapata, y que establecen una firme comunicación con lo onírico, nos les falta un agudo sentido del humor, ese que confiere a todo el justo nivel de lo absurdo pero resulta fácilmente reconocible por un lector inteligente y, sin duda, lo convierte en el apartado más sugestivo y aun más desasosegante del conjunto.
En la tercera parte, los “vuelos”, numerados en un calculado desorden se suceden, y suman voces que convierten esos instantes u otros momentos vividos en alucinantes visiones de preclaro lirismo en que, Zapata, cultiva el misterio de la palabra; el resto se traduce en la gozosa visión del granadino sobre relaciones familiares, horrores cotidianos y domésticos, identificación de semejantes, y en la mirada, tan sabia como precisa, sobre la arquitectura urbana de nuestro alrededor cotidiano y, por extensión, de nuestro viejo mundo.
Miguel A. Zapata escribe Voces para un tímpano muerto con absoluta libertad, con un lenguaje adecuado expone una serie de historias y situaciones de la vida cotidiana en las que la realidad traspasa el umbral del absurdo y recuerdan, en una proyección diferente, al espacio de Kafka, de Tomeo o Monzó sin que la apreciación, evidentemente subjetiva, presuponga deuda, sino más bien halago de una literatura ejemplar.

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