viernes, octubre 21, 2016

David Bowie. Starman, Paul Trynka


Trad. María Pildain
Alba Editorial, Barcelona, 2011 (re-ed. 2015). 624 pp. 29,50 €

Victoria R. Gil

Creímos que era inmortal, casi divino. Si hacemos caso de las crónicas periodísticas que anunciaron la noticia al mundo el pasado 10 de enero, en realidad, él ni siquiera está muerto; el hombre de las estrellas, simplemente, regresó a su planeta.
«Los extraterrestres son inmortales», escribe Paul Trynka en esta biografía de David Bowie, achacando esta idea a los fans del artista, ansiosos debido al infarto que sufrió el 25 de junio de 2004, tras cantar Ziggy Stardust en el festival alemán de Hurricane y desplomarse un momento después tras el escenario. Y precisamente con Starman, la canción que da título al libro, comienza Trynka esta obra intensa y prolija, que reconstruye con retazos de la memoria ajena la vida de quien es, para muchos de nosotros, el artista con más talento del último medio siglo, en permanente cambio, provocador, revolucionario y siempre subversivo.
Todo ese potencial, junto y a la vez, explotó el 6 de julio de 1972, ante los quince millones de telespectadores del programa Top of The Pops de la BBC que asistieron a la presentación de Ziggy Stardust y sus arañas marcianas cantando al hombre de las estrellas. «Mientras el público, formado por adolescentes excitados y padres escandalizados, trata de asimilar ese mono guateado y multicolor, eso pelo exuberante y naranja, esos dientes puntiagudos y esos ojos soñolientos pintados con rímel, él entona una sucesión de imágenes fascinantes: radio, extraterrestres y rock and roll». Y en un país donde tan sólo cinco años antes se había despenalizado parcialmente la homosexualidad, Bowie se atreve a ir aún más lejos: «se apoya la mano, delgada y grácil, en la mejilla y su compañero de pelo rubio platino se una a él al micrófono. En ese instante, con tranquilidad y descaro, Bowie rodea el cuello del guitarrista con el brazo y acerca a Ronson cariñosamente hacia él».
Con aquella actuación, el artista no sólo rompía para siempre la imagen de cantante de un único éxito (Space Oddity, 1969) que lo había perseguido hasta entonces, sino que mostró que había un camino por el que huir de los límites musicales, terrenales, sexuales… Paul Trynka describe los tres minutos que duró la canción como el momento exacto en que «para toda una generación de adolescentes se acaba de hacer la luz: aquellos noventa segundos de una tarde soleada de julio de 1972 alteraron el ritmo de sus vidas». Y nada volvió a ser igual, ni en el rock ni en nosotros.
Desde The Rise and Fall of Ziggy Stardust and the Spiders from Mars, el álbum que lo lanzó en 1972 a una fama tantos años perseguida, el cantante y compositor experimentaría a lo largo de su vida con todo tipo de ritmos y experiencias, uniendo los unos a las otras en una actuación total que se prolongaba más allá del escenario y que perfeccionó hasta el extremo con esos alter egos en los que resulta imposible saber dónde termina la verdad y comienza el artificio.
Este libro se subtitula «la biografía definitiva» y aunque sería imposible resumir en 600 páginas cincuenta años de carrerea artística, el trabajo de documentación que ha realizado Trynka es digno de admiración. El aficionado más exigente quedará satisfecho con los minuciosos detalles y las anécdotas más personales que nos revelan a un joven ambicioso y promiscuo, obsesionado con el éxito y empeñado en ser el mejor. No falta nada de lo que cualquier seguidor espera: sus amantes; sus esposas; las drogas; Lindsay Kemp; el tiempo de Berlín; la amistad con George Underwood (responsable de su pupila permanentemente dilatada), Lou Reed o Iggy Pop; sus trabajos con Brian Eno; la primera película, cómo no, interpretando a un extraterrestre… Todo está aquí, menos su último trabajo.
Tras años de silencio, ahora sabemos que a causa del progresivo deterioro de su salud, el artista volvía a la actualidad con un musical y un disco que compartían un mismo tema, Lazarus, en el que recuperaba a aquel extraterrestre de su primera película, The Man Who Fell to Earth, quizás para devolverlo a su planeta de origen. El álbum se publicaba el 8 de enero de 2016, el día de su 69 cumpleaños, y dos días después supimos que este críptico y surrealista trabajo era también su herencia musical, perfectamente orquestado para coincidir con su despedida final.
David Bowie trascendió todos los límites hasta dejar su huella en la moda, las artes plásticas, el teatro, el cine, la danza y, por supuesto, la música. Su influencia es tan poderosa que ha llegado aún más allá, a la vocación transgresora, la libertad sexual o la identidad de género. Y aunque descubrimos que no era inmortal, a cambio sabemos que será eterno.

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