viernes, enero 08, 2016

Los atacantes, Alberto Chimal


Páginas de Espuma, Madrid, 2015. 120 pp. 14 €

José Miguel López-Astilleros

Alberto Chimal (1970) es un escritor mexicano no muy conocido aún en España, donde sólo se han publicado tres de sus libros, a pesar de poseer una nutrida obra, principalmente narrativa. Ha cultivado la novela, el ensayo, las minificciones y sobre todo el cuento, además de haber hecho incursiones en otros géneros. Se le considera un especialista en literatura fantástica y en la red, donde es muy activo, sobre todo en su muy recomendable página http://www.lashistorias.com.mx/
Vivimos en un mundo donde los poderes ocultos campan a sus anchas, somos vigilados constantemente, los desórdenes mentales son frecuentes, se ejerce todo tipo de violencia contra otros seres humanos… en definitiva, donde tenemos que cuidarnos del acoso de atacantes de muy diversa naturaleza. De todo esto y más tratan los siete cuentos que conforman este libro: las leyendas urbanas, el aislamiento, la alienación, el sexo, la identidad, la suplantación de la personalidad, la corrupción, las redes sociales, los narcos, etc. Para tratar estos temas Chimal parte de la realidad y la cuestiona sin abandonarla, pero lo hace desde el género de lo fantástico, así dice Antonio Jiménez Morato en el prólogo de la antología de cuentos del mismo autor titulada Siete (Salto de Página) «Chimal trabaja desde la ficción como un género o un recurso más para hablar de cosas muy reales y reconocibles, no para escapar de ellas [...] Lo maravilloso como recurso y no como finalidad, podría decirse», esto le permite crear atalayas aéreas y subterráneas desde las que observar perspectivas insólitas y ocultas a ese otro procedimiento tradicionalmente realista, para referirse con profundidad a esa terrible actualidad cambiante y huidiza de cualquier lugar y no sólo mexicana, aunque obviamente la delicada situación por la que atraviesa su país es determinante en su creación, de hecho ha manifestado en alguna ocasión que estos relatos parten del testimonio de experiencias suyas y de sus amigos, como por ejemplo haber sido víctima en propia carne de acoso mediante correo electrónico por parte de una perturbada. No obstante, ya H. P. Lovecraft en El Horror Sobrenatural en la Literatura advertía «Los cuentos sobrenaturales modernos, por su perfecta consistencia y fidelidad a la naturaleza son intensamente realistas, excepto en la única desviación mágica que se permite el artista», aquí es donde se sitúan los siete cuentos de Los atacantes, en un espacio sólo apto para escritores audaces, donde la verdad que interesa es la literaria, la narrativa, al modo en que su admirado Mario Levrero declaraba sobre su propia obra, pero no confundamos esta última con la verosimilitud, que radica en la coherencia interna y no se opone a lo fantástico, como apunta Tzvetan Todorov en Introducción a la literatura fantástica, coherencia interna que estos textos resistirían ante cualquier embate crítico.
Dada la frágil cuerda sobre la que se mueve y se confunde lo fantástico con lo maravilloso y lo extraño, Chimal prefiere hablar de “literatura de la imaginación” para liberarse de costuras empobrecedoras sobre todo a la hora de inventar sin trabas clasificatorias. Pero volviendo al libro, hay algo común a todas las historias que es el terror, son por tanto cuentos de terror, de horror, en los que aparecen elementos de la cultura popular como zombis, vampiros, locos, asesinos, catástrofes apocalípticas, etc. El tratamiento de estos elementos es una de las contribuciones de Chimal a la renovación del género, puesto que estos personajes y circunstancias han sido sometidos a una actualización, a una nueva contextualización de la que se obtiene una lectura más contemporánea, lejos quedan esos apolillados, aunque maravillosos, zombis de las películas La legión de los hombres sin alma de Víctor Halperin o Yo anduve con un zombie de Jacques Tourneur, por ejemplo, que nada tienen que ver con los del excelente cuento Los salvajes, donde el escritor desaparecido Roberto Bolaño es uno de ellos. El miedo, el temor, aunque no es un ingrediente necesario de lo fantástico, según Todorov, en estos relatos sí es un componente fundamental, que depende del efecto que tenga sobre el lector, como señala Lovecraft, para lo cual la atmósfera inquietante, el desasosiego y la incertidumbre creada por Chimal en la indefensión ante la amenaza (difusa en muchas ocasiones) de unos atacantes que son los que tienen el poder, es capital («Qué daño puede haber si de todas formas puede usted hacerle lo que quiera a quien quiera?», se puede leer en Connie Mulligan), pero acaso ¿no son estructuras de poder las empresas donde trabajamos, las relaciones que establecemos con los demás o cualquier entorno donde haya más de un ser humano?, por eso a los atacantes a veces cuesta verlos, son indefinidos, porque con frecuencia están a nuestro lado («¿Cómo va a saber la gente que debe tener miedo si los monstruos no son como los que ya conoce?», se dice en Tú sabes quién eres).
La violencia impregna todos y cada una de las piezas de este libro. La clave se nos ofrece en el relato central Aquí sí se entiende todo, que cumple una determinante función donde está situado, del cual se puede deducir que la violencia en la realidad no es admisible, pero sí en la ficción, porque la violencia real termina siendo asumida, por eso buscamos otras formas de violencia en la ficción que nos conmuevan y hasta nos diviertan, y que parezcan amenazas reales. Como vamos viendo estos cuentos están formados por un conglomerado de ideas que se repiten y que sirven de amalgama entre ellos, aun siendo historias independientes, cuyo ambiente opresivo y negativo, como dice el mismo autor, nos deja sumidos en un profundo pesimismo fruto de la reflexión sobre el poder o los poderes a la que nos aboca la lectura de cada uno de ellos. No son cuentos complacientes y fáciles de leer, quizás, pero cuando se penetra en ellos, en su estructura narrativa de precisión y en sus significados, adquieren proporciones artísticas y hasta morales enormes. Sin contar lo divertidos que son por la ironía y el gran sentido del humor, negro con frecuencia, que derrocha su autor. Si del principio de indeterminación de Heisenberg se puede colegir que el observador siempre modifica lo observado, será el propio lector, en todo caso, quien con su lectura determine hasta qué punto estas historias revelan y desenmascaran una realidad imposible de conocer en su totalidad. Pero no querríamos dejar de mencionar uno de los relatos que particularmente, junto con Los salvajes, nos ha llamado particularmente la atención por su juego metaliterario y de perspectivas, se trata de Arte. En estas narraciones mayormente breves pero densas se pueden atisbar algunos referentes literarios del autor como Mario Levrero, Borges, Francisco Tario, Cortázar o Arreola, entre otros.
Alberto Chimal es un escritor con una poderosísima y exuberante imaginación, que dedica no poco esfuerzo a trabajar los aspectos formales. El resultado son cuentos como los de Los atacantes, de una formidable originalidad. Es de agradecer que una editorial como Páginas de Espuma se sume a la difusión en nuestro país de la obra de este creador, que no deja de sorprender y hacernos gozar con cada una de sus nuevas obras.

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