miércoles, diciembre 11, 2013

El discípulo del diablo, Shiro Hamao

Trad. Rumi Sato. Satori, Gijón, 2013. 136 pp. 16 €

Juan Laborda Barceló

Dos textos breves componen esta singular obra de Shiro Hamao. Uno comparte título con el volumen ahora editado y el otro es el inquietante "¿Fue él quien les mató?" La Editorial Satori acostumbra a acercarnos unas obras que, con gran acierto, nos dejan percibir entre sus páginas una mínima y sugerente parte del alma japonesa. La esencia de ese pueblo complejo, esteta y espiritual, llega a nosotros a través de una selección de sus mejores letras. En el presente caso, se introduce una novedad que los amantes del género negro apreciamos especialmente. La aparición en nuestro mercado de una obra negrísima, pero marcada por las características exóticas de la cultura nipona, resulta un regalo para el lector.
Shiro Hamao es un verdadero personaje de novela: Vizconde, profundo conocedor de la psicología criminal, fiscal durante cuatro años del distrito de Tokio y posterior escritor de gran repercusión. Estuvo vinculado a la vida política de su país y murió sin haber cumplido los cuarenta, siempre pendiente de lograr un tiempo precioso para ampliar su reducida y brillante obra. Tales cuestiones no son meramente anecdóticas, sino que establecen una profunda influencia en sus escritos. En concreto, El discípulo del diablo parte de un criminal que ya ha sido condenado. Éste le cuenta los detalles del crimen a un fiscal con quien tuvo, en sus años de juventud, una relación cercana. La fórmula es la de epístolas que poco a poco van construyendo una realidad, como si fueran martillazos cincelando el mármol. La perversión, el deseo no satisfecho, la crudeza de una vida malgastada y la rabia de una sociedad que no se halla a sí misma, son conceptos que se repiten a lo largo de esta curiosa obra de equívocos, envenenamientos y errores garrafales imbuidos de efectos de severas drogas. Cultura, inquietud, resignación y maldad van de la mano en esta historia quebrada, llena de planos de lectura y de matices ocultos. La perspectiva, como si del cine de Akira Kurosawa se tratara, juega un papel muy importante en ambas obras criminales.
"¿Fue él quien les mató?" No es más que un nuevo ejercicio de estilo. El misterioso asesinato de una pareja noble y la condena del principal sospechoso, no son otra cosa que las curvas visibles de un sinuoso camino. Dicha senda se moverá entre las pasiones soterradas, los matrimonios de conveniencia, los devaneos amorosos (casi cortesanos) y las enigmáticas partidas de Mahjong, que esconden entre sus fichas maniobras mortales. La perspectiva, combinada ahora con el sentido del honor y de la vergüenza, juega malas pasadas a un protagonista dispuesto a inmolarse en un terrible crimen tan sólo para resarcir su orgullo herido.
Las obras de género, arraigadas en una cultura tan rica como la japonesa, nos muestran las entrañas de los individuos sin complejos ni culpas, pero desde un prisma especial. Quizá sea ésta una de las virtudes de la propia novela negra, investigar las miserias del hombre, sea cual sea su procedencia. En este sentido destacan unas interpretables referencias al canibalismo como fórmula dominadora definitiva del ser, el papel del azar en la ejecución de un crimen o el despecho final de un amante que pierde su puesto en los juegos sensuales de su amada.
Menos motivos serían más que suficiente para dedicarle un rato a estas dos novelas en una que nos ofrece Satori. No dejen pasar la oportunidad de bucear en las entrañas del alma japonesa.

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