martes, marzo 06, 2007

Las curas milagrosas del doctor Aira, César Aira

Mondadori, Barcelona, 2007. 240 pp. 15,50 €

Inés Matute

La vanguardia nos enseñó —o quizá sólo nos convenció de ello— que se puede hacer literatura y ficción con todo, y que todo es ficción si el narrador se lo propone y dispone de los recursos necesarios. Y ese es, precisamente, el caso del prolífico César Aira.
Mondadori reúne en este libro tres originalísimas obras cortas de uno de los autores más reconocidos de la actual narrativa argentina, acompañados por un apéndice de textos sueltos a medio camino entre el ensayo y la reflexión íntima. Admitiré que he tenido que repasar el texto detenidamente antes de lanzarme a aplaudir sus logros, y también que, en la primera lectura, no quedé completamente satisfecha. Según dicen los expertos, el lector que no conozca las novelas más características de este autor —Cumpleaños, Canto castrato, Las ovejas, Moreira o Cómo me hice monja— encontrará aquí rasgos definidores de su quehacer en prosa, pero no llegará a captar todo lo que su literatura puede ofrecer, cosa que sí sucederá con quien le haya seguido desde sus inicios. De ser cierto, quedo parcialmente excusada.
El volumen se abre con la novela corta que le da título, la cual trata sobre el extraño doctor Aira, perseguido por su contrincante, el doctor Actyn, el cual está empeñado en destruir a Aira a través del ridículo público. Solitario, pobre y escéptico, Aira tiene, sin embargo, el don de hacer milagros, milagros que se solicitan con desgana y sin mucha fe. A medida que la historia va tomando cuerpo —el punto álgido coincide con el pasaje de la ambulancia, en cuyo interior viaja un enfermo incurable— nos vamos alejando de cualquier circunstancia siquiera verosímil, lo cual nos remite a escritores como Borges y Roberto Arlt (no mencionaré a Cortázar porque el autor sostiene que el mejor Cortázar es el peor Borges, y, personalmente, discrepo) invitándonos a sumergirnos en un surrealismo delirante, en una manera «disparatadamente alternativa» de concebir la realidad.
“El tilo” es una recreación de recuerdos infantiles, elaborada por un narrador cuyas circunstancias personales coinciden con las de César Aira, circunstancia de la que conviene olvidarse en aras de un mayor disfrute y aprovechamiento del texto. La voz escondida entre líneas intenta recuperar «aquel viejo yo» de niño peronista protegido por la sombra de un tilo monstruoso en la plaza de Coronel Pringles, lugar de nacimiento del autor. El hecho de haber traducido a Saint-Exupéry podría explicar la facilidad con la que Aira reconstruye el mágico mundo de la infancia, con sus lirismos, su cándido sentido del humor, su sinceridad y sus juegos aparentemente espontáneos pero de una complejidad muy trabajada. En “El tilo” se nos formula la siguiente pregunta: «¿Acaso no podemos pasarnos la vida tratando de entender la frase que dijo nuestro padre, allá en tiempos remotos, la única vez que rompió su silencio?».
“Fragmentos de un diario en los Alpes” es, a mi juicio, la mejor historia del libro, la más ágil y risueña, donde el ingenio mostrado en enumeraciones, clasificaciones e inventarios se pone al servicio de la descripción de una mansión en los Alpes en la que un escritor —tal vez el propio Aira, acogido temporalmente por unos amigos franceses— reflexiona sobre su oficio, enlazando pensamientos casi abstractos con sesudas observaciones acerca de la obra de Duchamp y Balzac. La evocación irá de la mano de la descripción, y lo trivial se confundirá con lo profundo. El personal universo de Aira se nos desvela aquí en forma de teatro de títeres y vitrinas de miniaturas, juguetes, álbumes y tebeos, objetos con un alto poder evocador que unas veces funcionan como catalizador de la creatividad del escritor y otras como llave al subconsciente colectivo. Nos enfrentamos pues a la narración en estado puro, sin otro fin que seducirse a sí misma.
No es un libro fácil, lo advierto, pero sí intenso y enigmático, en el cual la libertad creativa —con toques excéntricos, descabellado, absurdos— es su rasgo más destacado, un punto de arranque y también un fin en sí misma.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Le ha pasado algo a Hilario Rodríguez? ¿Por qué ya no escribe?

Nico Saraintaris dijo...

Coincido en que Fragmento de un diario... es lo mejor del libro: El tilo, a mi entender, sale por la culata del arma aireana; Las curas... autorepresentación ambulante; y Fragmento de un diario... brillante y ante todo, y todo ante, invitante.
rapidoparalaboludez.blogspot.com

Anónimo dijo...

Las curas milagrosas es lo más perplejizante y genial que leí en un buen tiempo.