lunes, enero 29, 2007

Las propiedades del cristal, Sergio Rodríguez

III Premio de Poesía Rafael Pérez Estrada. Vitrubio, Madrid, 2006. 67 pp. 10 €

Pablo García Casado

Me encontré hace ya tres o cuatro años con la poesía de Sergio Rodríguez. Ambos habíamos participado en una antología de poesía española, 25 poetas jóvenes españoles, publicada por Hiperión. Una muestra que tenía nombres más o menos conocidos, bastante desigual, pero gracias a la que pude encontrarme con un estupendo escritor como Rodríguez. Un tipo que parecía tener las cosas bastante claras, aquello del llegar, tocar y marcharse. Un poeta que no necesitaba escudriñar argumentos sinuosos, sino acercarse al objeto común de nuestros desvelos.
La poesía que me gusta es la que habla de los asuntos de las personas. Creo que bucear en ese misterio, en esas dudosas fronteras, en el amor y el desamor, supone una fuente inagotable de perspectivas. Hay quien se debate en otros problemas metafísicos, es su problema, porque a gente como yo le gusta que le hablen de las cosas que importan. La observación de una mosca y el paso del tiempo está bien, yo no lo censuro, pero prefiero el colmillo retorcido de los hombres que miramos las sinuosas curvas de las mujeres cimbrearse en el autobús. Cámbienle sexo y oportunidad, lugar y escenario, los problemas de la carne nos ocupan y preocupan.
Esa era una de las preocupaciones de Sergio Rodríguez. Que el poema que hable de cosas mundanas sea meramente considerado como una crónica rosa, como una suerte de costumbrismo, de versificador para amigotes... Todos y todas conocemos poetas de barra de bar, poetas al uso, poetas para el ligue y cierto brillito intelectual. Sergio es todo lo contrario. Su aparente facilidad radica en que sabe manejar los equilibrios, en que encuentra soluciones donde otros ven problemas. Evitar los circunloquios y las pajas mentales implica evitar también un coste añadido a nuestros bosques, piensen en todo ese papel tirado para no decir nada. En un símil futbolístico, es como en buen mediocentro defensivo, el cinco que distribuye juego hacia las bandas, pero con una pegada de acero.
Pero vayamos a los poemas. Además del antes señalado del autobús, “amor rapaz”, hay poemas que tienen un regusto amargo, como “amor paterno”, que muestra casi como un cuento los desvelos de los padres por evitar el sufrimiento de un hijo; o el “amor desenfocado”, con esa propuesta nada alambicada sobre el amor maduro y lo que pensamos de él, toda una reflexión —–ésta sí— sobre el paso del tiempo; o el “amor fiel”, que puede ser un verdadero manual para mujeres que dicen no entender a los hombres... He señalado tres, pero podría haber enumerado muchos de los poemas de este magnífico libro. La única pega es que tengo la sensación que, si nadie lo remedia, puede pasar desapercibido por aparecer en un sello editorial bastante irregular, donde los aciertos —que los hay, y éste es un ejemplo— quedan eclipsados por verdaderos bodrios.
Mucha más suerte le auguro a Sergio Rodríguez. Ha escrito un libro espléndido que, al parecer, va a tener continuidad en un proyecto tecnológico. Será un excelente colofón, y el punto de partida para algo mucho más grande.

2 comentarios:

El detective amaestrado dijo...

¿Alguna manera de contactar con la editorial para hacerme con un ejemplar? Lo conoccía de la Antología y, la verdad, esta reseña me ha hecho aún mas curioso...

Anónimo dijo...

yo no voy a pedir un ejemplar -lo prometo- pero también me interesa mucho contactar con la editorial. algún dato? un teléfono? pueden escribirlo en concursomic@gmail.com
Gracias.
Andrea